Los cuentos

Los cuentos se tejen entre lápices y sueños, entre voces y vivencias... y entre cada tejido, los cuentos se nutren de la vista, del oído y del tacto de quien las vive y se deja caer en eclipse palabra tras palabra... Yenitza

sábado, 14 de mayo de 2011

el flechazo de la muerte



El parque estaba solo. Yo adornando con mi suspiro el banco que me acompañaba pensaba en los vaivenes de la brisa apostada en las orquídeas.
A lo lejos una mirada empezó a inquietarme, la busque con disimulo, pero en el acto me paralizó. Era profunda y su brillo me confundió. Me olvide del tiempo y el espacio. Esa contemplación se me metía hasta el alma. Me hurgaba, me dejaba un cosquilleo en los huesos y una esperanza en la sangre. Me descubría y me traspasaba, me conocía como de siempre y sentía que desde lo mas profundo mi cuerpo se entregaba. Mirada escarchada, densa, gris, mirada despierta, clavada en mis ojos. Me deje llevar y traer con esos ojos de cardumen que me recorrían la vida entera en un segundo.
Se acercó, yo estaba clavada con aceleración en el pecho, supe que le conocía de toda la vida., como si siempre hubiera estado a mi lado pero nunca lo detalle, no lo había notado, ni amado, ni odiado como ahora. Pero le conocía de milenios, de antes y de nunca.
Estuvo ya muy cerca, mi respiración se aceleraba cuando pensaba en lo extraño de su presencia y se calmaba cuando me sentía en sus ojos la confianza que necesitaba. Le mire firme, tratando de convencerle de todo aquello que me embargaba.

Su boca se abrió y pude ver el tiempo en el color de su aliento, atrapándome exquisitamente, llamándome. Pronunció mi nombre y el sonido de su voz resonó en mis entrañas reconociendo su voz en cada célula de mi cuerpo y en la mente y en alma. Mientras le miraba, mis ansias se hacían mas grandes y poderosas.

_Se que me esperas dijo y yo creyendo haber esperado solo asentí. Me invitó un café y sentí su mano tibia envolviéndome la carne mientras mi puño se abría por inercia sangrando de ganas.

Caminé, pero mis pies no eran los mismos, ya no iban ni andaban como siempre. Le di la espalda al parque y deje atrás las ramas, las orquídeas, el jardín entero, el banco, y así el rostro del parque me sonreía para despedirme. Andar a su lado me energizó, mis pasos dejaron el piso, todo mi cuerpo voló. Me acompañó como siempre pero ya no era un sueño. Y me amaría para siempre y como siempre y yo le amaría como a nadie, con las ganas mas ganas y el deseo mas deseo y la entrega mas entrega.

Mi alma levitaba. Entre al café. La gente era otra. Parecía una escena. Todos estaban puestos para mi. Entonces, ya sentada con mis ojos petrificados en su rostro, sentí el calor de su cuerpo, su cercanía inexorable, agradable. Un siglo se cuajó en un día, un día en microsegundo, su cercanía fue tibia y sus labios me tocaron, podía dormirme en ellos y sentirlos perennemente sin despertar.

Entonces sentí eso, todo y nada, me posé en sus labios como una pelusa y sentí ganas de dormir, de enterrarme y yacer placidamente en un segundo eterno. Su aliento me absorbió y mi cuerpo quedó inerte. Me deje llevar, ya sabia que le conocía, que estuvo a mi lado todo el tiempo, desde antes de nacer, toda la vida y me estaba besando ahora para adormecerme junto a él como siempre ocurría, soñada, amada y milenariamente

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